¡Claro que procede! – Rafael Estrada Michel
Por supuesto que es procedente el conocimiento y la discusión en torno a la regularidad y legitimidad de la reforma constitucional en materia judicial.
Si no procediera, si renunciáramos a la crítica de la ley básica en sede jurisdiccional, podríamos irnos despidiendo no sólo de la transición democrática, de la que la reforma de Zedillo en 1994 fue piedra angular, sino del Estado constitucional en su integridad.
Vayamos a los fundamentos cronológicos de esta breve y devastadora historia: primero, un tribunal electoral trunco que validó una sobrerrepresentación artificiosa y fraudulenta en la Cámara de Diputados. Después, una deliberación en el Congreso de la Unión y en las Legislaturas locales que de diálogo parlamentario no tuvo ni siquiera el nombre. Al final, suspensiones dictadas por órganos jurisdiccionales de las que el poder no hizo sino escarnio y burla. Reapareció, pues, el México de las mentiras, el México del fraude y de la simulación que ahora va por los órganos constitucionales autónomos al grito de “se seguirán garantizando los derechos fundamentales, aunque ya no existan los órganos garantes de los mismos”. Así, se le llamará “autónomo” a lo que en realidad será subordinación jerárquica en la administración centralizada. Y todo esto, se dice, lo sufriremos antes de las navidades.